No hay una respuesta clara, por así decirlo, en parte porque es un concepto tan reciente que la Academia no ha tenido tiempo de incluirlo en su diccionario. Pero podríamos decir que la economía colaborativa está adquiriendo cada vez más importancia porque -por regla general- responde a las necesidades y preocupaciones de los ciudadanos de una manera más eficaz, económica, personalizada y con mayor calidad humana que la economía tradicional.
La empresa Sharing España -dependiente de la Asociación Española de la Economía Digital (Adigital)- indica que la economía colaborativa “la conforman aquellos modelos de producción o financiación que se basan en la intermediación entre la oferta y la demanda generada en relaciones entre iguales o de particular a profesional a través de plataformas digitales que no prestan el servicio subyacente, generando un aprovechamiento eficiente y sostenible de los bienes y recursos ya existentes e infrautilizados, permitiendo utilizar, compartir, intercambiar o invertir los recursos o bienes, pudiendo existir o no una contraprestación entre los usuarios”.
BlaBlaCar, que pone en contacto a viajeros para compartir coche; Airbnb, que hace lo propio entre anfitriones que alquilan su casa o habitación y posibles huéspedes; Eatwith, que permite reservar cena en la casa de un desconocido o ser el anfitrión; o Wallapop, que te permite vender a un particular artículos o productos que ya no usas, son algunos de los ejemplos que abanderan este nuevo y creciente modelo económico que une a quien ofrece un producto, con aquel que tiene una necesidad concreta a través de las nuevas tecnologías.
De hecho, en este revolucionario sistema de intercambio, el dinero no es el único valor de cambio utilizado para las transacciones. En muchos casos los servicios son considerados bienes de intercambio y, por ejemplo, alguien puede ofrecer alojamiento a una persona durante unos días y, a cambio, podrá intercambiar este servicio por un desplazamiento concreto o por unas clases de inglés.
Para ponerlo en contexto, la economía colaborativa representa ya un 1,4% del PIB español y se estima que alcance el 3% en menos de diez años. Si cribamos por sectores, el de mayor impacto económico -y el más utilizado por los usuarios- es el de la compraventa (37%), seguido de cerca por el alojamiento (32%) y por delante del transporte (13%).
Pero, ¿cuáles son las principales ventajas de la economía colaborativa? El comparador financiero y de créditos rápidos WannaCash.es indica que, aparte del ahorro evidente, existe una mayor oferta, dado que los productos con un segundo uso y los servicios compartidos amplían de forma considerable la oferta de los mercados tradicionales. Además, se lleva a cabo una gestión óptima de los recursos al ser compartido entre varios usuarios, fomenta el desarrollo sostenible al estimular el segundo uso de los productos y tiene un papel importante en el cuidado y la sostenibilidad del medio ambiente.
Sin embargo, no todo son ventajas ni buenas noticias, ya que muchas de las soluciones de consumo colaborativo que existen también tienen un contrapunto negativo, como la falta de protección del consumidor por la falta de regulación del sector y las acusaciones de competencia desleal, puesto que la ausencia de una regulación concreta hace que la competencia contra soluciones ya asentadas no siempre sea en igualdad de condiciones, como por ejemplo el hecho de que los prestadores de servicios en Airbnb no tengan que hacer frente a la variedad de impuestos que tienen que afrontar las cadenas hoteleras.